En español existen los participios activos como derivados verbales. ¿Presidente o presidenta?
El participio activo del verbo atacar, es atacante.
El de sufrir, es sufriente.
El de cantar, es cantante.
El de existir, existente.
¿Cuál es el participio activo del verbo ser?
El participio activo del verbo ser, es ‘el ente’.
El que es, es el ente. Tiene entidad. Por ese motivo, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se le agrega al final ‘ente’.
Por lo tanto, la persona que preside, se le dice presidente, no presidenta, sin que dependa del género, (femenino o masculino), que tenga.
Se dice capilla ardiente, no ardienta.
Se dice estudiante, no estudianta.
Se dice adolescente, no adolescenta.
Se dice paciente, no pacienta.
Se dice comerciante, no comercianta.
Quienes usan el término presidenta no sólo hace un mal uso del lenguaje por motivos ideológicos, sino por ignorancia de la gramática de la lengua española.
*Un ejemplo de este mal uso diría así:
La pacienta era una estudianta adolescenta sufrienta, representanta e integranta independienta de las cantantas y también atacanta, y la velaron en la capilla ardienta existenta.
Tras leer esto qué mal suena ahora Presidenta.
Se llega en el afán de justicia de género a alargar una sentencia fácil como:
El perro es el mejor amigo del hombre y convertirla en algo que puede ser así:
El perro y la perra, son los y las mejores y mejoras amigos y amigas, del hombre y de la mujer.
Divertido ¿verdad?
Se me ocurre, al compartir esta reflexión, la crítica a otra regla rota a lo bárbaro en México:
En presente se dice: no hay boletos.
¿Por qué entonces prolifera la barbaridad que al ir al pasado dice?
No hubieron boletos.
Hubimos muchas personas en esa casa.
Suena espantoso. Y cada vez suena más. Haber ahí no es verbo, no se conjuga, pero es chocante andar corriendo a los demás, así que hay que darles permiso de atarantar nuestros oídos con sus novedades linguística.
Buenas días y buenos díos, tengan y tengon todas y todos ustedas y ustedos.
He aquí la opinión de Fundéu:
Circula por internet un documento que aduce una serie de razones pseudogramaticales para censurar el uso de femeninos como presidenta. La parte fundamental de la explicación dice:
El participio activo del verbo atacar es «atacante»; el de salir es «saliente»; el de cantar es «cantante» y el de existir, «existente». ¿Cuál es el del verbo ser? Es «ente», que significa ‘el que tiene entidad’, en definitiva ‘el que es’. Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación «-nte». Así, al que preside, se le llama «presidente» y nunca «presidenta», independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.
Esta argumentación se basa en tres afirmaciones:
que el participio activo del verbo ser es ente,
que la terminación –nte que añadimos a los participios activos de los verbos procede de ente,
que dicha terminación se toma de ente porque este denota entidad o significa ‘el que es’.
Sin embargo:
1. El participio activo del verbo ser no es ente. El único participio que actualmente tienen, de forma general, los verbos españoles, es el de perfecto (por ejemplo sido, para el verbo ser, o comido para comer). Solo algunos verbos tienen entre sus derivados los llamados participios activos, que hoy se consideran sustantivos (como presidente) o adjetivos (como atacante o cantante). El verbo ser tuvo en el pasado una forma de participio activo hoy perdida, pero no era ente sino eseyente.
2. La terminación –nte no procede de ente. Nuestro sustantivo ente (que, como se ha dicho, no es el participio del verbo ser) sí que deriva, sin embargo, de ens, entis, participio de presente del verbo latino esse (‘ser, estar’). Pero el hecho crucial no es que el participio del verbo ser en latín tuviera esta forma entis, sino que todos los participios de presente del latín tenían esta misma forma: e-ntis, ama-ntis, lege-ntis, capie-ntis, etc. Obviando la raíz verbal y la vocal temática que quedan a la izquierda del guion, en todas estas formas lo que encontramos es la secuencia –nt– y la terminación –is, desinencia de caso genitivo.
Esta secuencia –nt– es un infijo, un elemento que se inserta en el interior de una palabra, y es una marca morfológica que indica un subtipo concreto de declinación por el que se guían algunas de las palabras que forman parte de la tercera declinación latina. Este mismo infijo, y este mismo submodelo de declinación (llamado precisamente temas en –nt-), está presente también en otras lenguas, como el griego clásico. Aunque por este modelo de temas en –nt– se declinan solo unos pocos sustantivos y adjetivos, en la práctica es muy productivo, porque es el modelo por el que se declinan todos los participios de presente activos de todos los verbos latinos y varios de los participios del griego clásico.
3. La terminación -nte no se toma de ente porque este denote al ser. El hecho de que esta secuencia -nt- aparezca no solo en ente, sino en todos los participios de los verbos latinos e incluso en otros adjetivos (como prudentis, ‘prudente’), sustantivos (como /leontos/, ‘león’ en griego) y determinantes (como /panta/, ‘todo’ en griego) prueba que esa –nt– no ha sido nunca, a lo largo de su historia, marca de entidad o de existencia. Nunca, por sí sola, ha denotado al ser, al ente. Llegó a denotar, en latín, al ente al entrar en interacción con el verbo ser, pero entró en contacto con este verbo, como con todos los demás verbos latinos, pues no es más que una marca morfológica de la que los verbos se sirven para declinar una de sus formas no personales, el participio.
Lo que históricamente existe es este infijo –nt– y no la terminación –nte. Recordemos que en las formas amantis o legentis la terminación –is es marca de genitivo, pero este es solo uno de los seis casos que tienen las declinaciones latinas. Estas declinaciones establecen distintas terminaciones en función del caso, del género y del número: un participio como entis puede tener potencialmente hasta 24 desinencias, es decir, 24 terminaciones después del infijo –nt– (entem, entis, enti, entium, entia, etc.) que se encargan precisamente de marcar el caso, el número y el género. Nada, por tanto, en la morfología histórica de este elemento –nt– impide que las palabras que se forman con él tengan una forma distinta para el género femenino; es más, históricamente este infijo ha formado parte de palabras que explícitamente diferenciaban el género.
Por último. Es cierto que el español conserva este infijo fundamentalmente en la terminación –nte, y es fácil caer en el error de creer que la emplea solo para referirse a la persona que realiza la acción del verbo (presidente el que preside, cantante el que canta, atacante el que ataca). Sin embargo esto no es una verdad absoluta: ni todos los verbos se refieren al agente con esta terminación, ni siempre que esta terminación aparece se asocia a la persona que lleva a cabo la acción del verbo.
Los que luchan, los que inventan, los que trabajan, los que corren, etc. no son los luchantes, los inventantes, los trabajantes, etc. sino el luchador y la luchadora, el inventor y la inventora, el trabajador y la trabajadora. El español actual conserva, además, casos en los que este infijo es más una mera marca gramatical (heredera de un antiguo participio que hoy ya no se siente como tal): mediante, de mediar; durante, de durar; o bastante, de bastar. Y de hecho, en el español de otras épocas estas palabras tenían forma en plural (era, por ejemplo, posible decir ellas durantes).
Nada en la morfología histórica de nuestra lengua, ni en la de las lenguas de las que la nuestra procede, impide que las palabras que se forman con este componente tengan una forma para el género femenino. Las lenguas evolucionan y en esa evolución se transforman. Estos cambios se deben a muchas causas, algunas son causas internas (evoluciones fonéticas, por ejemplo); otras son externas, el contacto con otras lenguas o el cambio en las sociedades que las hablan. Para que una lengua tenga voces como presidenta, solo hacen falta dos cosas: que haya mujeres que presidan y que haya hablantes que quieran explícitamente expresar que las mujeres presiden. Si esas dos circunstancias se dan, ninguna supuesta terminación, por muy histórica que sea su huella, frenará el uso de la forma femenina (pregúntese el lector por qué no se han levantado voces contra el uso del femenino sirvienta). Pero es que, además, en el caso de este infijo concreto, la historia de nuestra lengua y la de las lenguas que la precedieron pueden llegar a avalar el uso de voces como presidenta, pues al hilo de esta explicación parecen ser menos conservadoras que la variedad actual.
Manuel, tus argumentos son traídos de los pelos. O se dice «pelas».
Recomiendo: https://www.youtube.com/watch?v=gZYkzx-HTYU&feature=share
El lenguaje es un proceso complejo de intersubjetividad humana, de reconocimiento inter humano, no se reduce a las reglas gramaticales, de hecho es al revés, las reglas gramaticales cambian según el uso social de la lengua. Muerta es la lengua que no cambia. «Hombre» no es una categoría que incluya a la categoría de mujer, pensar que es así es simplemente, pensar en el medievo. si en algunos casos se tuercen un poco las reglas de la gramática sin llegar al absurdo para enfatizar la participación de mujeres en ámbitos públicos y de toma de decisiones, que se haga, que mucha falta nos hace.
«El perro es el mejor amigo de la mujer y del hombre», no suena mal.
Error sra Maza. La palabra hombre si incluye a la mujer, y eso segun la Biblia!
Debe leer Genesis. La Biblia dice que cuando Dios creo al HOMBRE, los creo Varon y Hembra.
O sea, incluyo a los dos. Una cosa es que cambie cierta terminologia en cuanto a los usos de las palabras pero no de las reglas gramaticales.
Querida Ángeles,
es muy divertido el post!!
La Real Academia Española acepta el femenino de presidente como forma coloquial. Y dice que «es la mujer del presidente», así que no sabemos cómo se le llama a la presidente(a?) que ejerce como tal y no es la mujer de….
El «hubimos» y el «hubieron» ya me chirrían demasiado en los oídos como para andar defendiéndolos!
Con tu amigo Bada no me meto. Siempre gana! 😉
En aras a terminar la discusión y hasta de pronto evitar una guerra inter-géneros; que ya no sexos, llegará el día en que «la que pule y da esplendor» terminará por aceptar hasta el «hubieron», el «haiga» y demás atrocidades, señora Ángeles, y todo con el argumento lapidario de que el uso hace la costumbre y la costumbre triunfa; inclusive por encima de la lógica.
Hasta pronto y gracias por armar el bochinche, la gazapera, la pelotera, la pelea…
Ángeles, en este caso adhiero a lo que dice Ricardo Bada. A fuerza de tener durante ocho años una mujer presidente (soy argentina), me acostumbré a decirle «presidenta». Y creo que de eso se trata, de acostumbrarse. Las lenguas vivas como el español son eso, lenguas vivas, están en movimiento, se van incorporando nuevas palabras, nuevas maneras de decir, cada país va incorporando sus modismos y de a poco la Real Academia los va aceptando porque no le queda otra, porque están en la calle y se imponen por su propio peso. Al principio algunas palabras causan extrañeza, pero finalmente uno se acostumbra y después ya no pasa nada. Lo que sí me parece un despropósito es eso de alargar inútilmente la frase diciendo «ancianos y ancianas», «niñas y niños», etc., como se está haciendo por una cuestión de género. A veces se llega hasta el absurdo y se complica entender lo que quieren decir. Pero si el uso se extiende, ¡no tendremos más remedio que acostumbrar el oído! Un abrazo para todos. Como verás, en mi vocabulario el «todos y todas», todavía no cuajó… ¡Y eso que nuestra ex presidenta, la Cristina, lo decía todos los días!
Gracias a quienes coinciden. Marianela, vamos diciéndole al querido Ricardo Bada, que la Regenta es otra cosa. Porque es la esposa del Regente, no la que ejerce el verbo. Ella no regentea, es la esposa del regente. Ahí está muy bien usado el término. Así como el poeta y la poeta es más bonito que el poeta y la poetisa. Poetisa sí que suena horrible. Antes no nos han llamado a quienes escribimos las escritisas o las escribientas. Hago la paz. Besos
Comenzaré por decir que sólo tomas posición en lo que se refiere a la regenta, pero nada dices de los demás casos que arguyo. Concentrémonos, pues, en la regenta. Según tú es otra cosa porque se trata de la esposa del regente, no es ella la que regentea. No me convence en absoluto porque entonces, con ese género de lógica, la esposa del presidente también sería la presidenta. ¿O me equivoco? Con lo que llegamos a la esquizofrenia final de que si un país hispanoparlante elige como presidente a una mujer casada ¡¡tendría dos presidentes!! Porque estoy completamente seguro de que a su esposo no le haría ni chispa de gracia que lo llamaran presidenta, y a nadie se le ocurriría optar por alguna solución de compromiso llamándolo por ejemplo presidento. En resumidas cuentas, estoy indiscriminadamente a favor de la palabra presidenta, limitando su uso a la persona que ejerce la presidencia. La esposa del presidente ya tiene de todos modos la consideración oficial de ser la primera dama.
La paz sea preservada. Aunque cuando oigo decir «ciudadanos y ciudadanas»; «porque los vascos y las vascas»; «porque los andaluces y las andaluzas»; y un largo etcétera del mismo cariz, me dan unas ganas tremendas de entrar en guerra.
Ya se porque la ama tanto Hector, no solo por hermosa, tambien por INTELIGENTE, gracias. A
Hasta que por fin alguien se atrevió a mostrar lo infame del mal uso de nuestro idioma en el afán de igualar las condiciones de género.
Gracias Maestra Mastreta!
Menos mal que la mayoría de los mortales no se han contagiado de la estupidez que aqueja a buena parte de la clase política. Son ellos (y algunas feministas descerebradas), los que han puesto de moda hacer el ridículo con el idioma.
¿Qué, pues, Marianela? ¿también tú le cambiarías el título a «La Regenta»? No sé, al menos yo no me atrevería a calificar al insigne don Leopoldo Alas como un «feminista descerebrado», sino más bien alguien con un buen oído para percibir el pulso popular del lenguaje. Como lo tenía el gran Celedonio Flores en su letra del tango «Mano a mano» cuando dejó dicho «los morlacos del otario / los tirás a la marchanta» etc. Si hasta la Real Academia admite «giganta» cuando define «m. y f. Ser fabuloso de enorme estatura, con figura humana, que aparece en cuentos y fábulas mitológicas». ¿Y qué me dices del sirviente y la sirvienta, palabras de hondo arraigo en el idioma? ¿Y en el español popular, no es así que a la esposa se la llama «la parienta»? Lo dicho, es cuestión de oído Y si no te gusta «la Presidenta», pues bueno, el libro de los gustos está en blanco, pero decirlo no es un error. I’m sorry (que ya sabes que significa que soy de Sorriento).
Ángela y Ángele(s), Serafinas y Serafines, ¡qué bonito escribes!
Ay Ángeles, cómo me ha hecho reír!!! Super divertido!! O divertente ?? O divertenta ?? jajaja
Mis cariños!!
Marisa
Sra.Angeles Mastretta, la felicito ha dado una clase magistral a los políticos y políticas, del uso de nuestro lenguaje y lenguaje, ya en serio comparto esta clase única.
¡Muchas gracias!!
Me encantó, me confirmó algunas reglas y me enseñó otras!!
Saludos !